martes, 17 de enero de 2017

El último chorongo en París

Últimamente ha vuelto a estar en el candelero la película "El último tango en París" por unas declaraciones del director Bernardo Bertolucci que han sido malinterpretadas interesadamente. No, la actriz no fue "violada" físicamente en el rodaje. Eso está más que desmentido. La policía de lo políticamente correcto ha tomado la frase "me sentí un poco violada" y se ha fijado sólo en "violada". Es como si yo digo que al aprobar la selectividad me sentí como Albert Einstein. A ver esos titulares de "¡Einstein ha resucitado y ahora se llama Danda!"...

Escandalizarse ahora y pedir un linchamiento por una película semi-olvidada de hace 40 años es un poco absurdo. Lo que es realmente ya era evidente entonces a quien se molestase en verlo: es una "película paja", en la que un director quiere volcar en celuloide sus fantasías sexuales y para ello recurre a dos tipos de actores, aquellos a los que sencillamente se la suda todo (intérpretes hedonistas que por una vez no tienen problema en que sus excesos de la vida real queden reflejados en la pantalla) y jóvenes incautas tan ilusionadas con protagonizar su primera película que no son plenamente conscientes de su verdadero papel como muñecas hinchables que las inmortalizará en el imaginario pajero colectivo. Bertolucci es uno de tales directores, igual que Vicente Aranda. Normalmente tiene que conformarse colando como mucho una o dos escenas pajeras en obras supuestamente serias, pero de vez en cuando tienen la oportunidad de montar una película entera en torno a este desmadre. Y de ahí sale "El último tango".

Esta película, que a mí me aburrió soberanamente, está partida en dos: por un lado, sale la protagonista, una chica muy joven, de físico espectacular e inocente/cortita, junto con un cineasta un poco patético interpretado por Jean Pierre Leaud, el alter ego oficial de los cineastas de la época. Así es como se sentía Bertolucci entonces, imagino: un director pretencioso, inútil, que pierde el tiempo alrededor de la chavala con sus tonterías culturetas.

Si Leaud es el hombre que Bertolucci teme ser, por otro lado está Marlon Brando, el hombre que le gustaría ser: un tipejo misógino que se pasa la película follándose y humillando a la chica en un piso. Esta parte de la película consiste en Brando haciendo lo que le da la real gana. "Pero Danda, parece que naciste ayer, hay un guión y los actores no son los personajes." Y yo digo JA. El comportamiento del personaje se corresponde bastante con lo que han dicho de Brando sus directores en los años siguientes a esta película. Me imagino a Bertolucci fascinado con su gran estrella de Hollywood aceptando todas y cada una de sus propuestas, por pueriles y grotescas que fueran, demostrando que su deseo de explotación no se limitaba sólo a chicas jóvenes sino que podía llevarlo a grandes estrellas de cine. Así que cada pedorreta, cada ocurrencia demente ("oye, Bernardo, se me ha ocurrido que podría encularla con mantequilla".) se incorporó a la película creando el monstruo que marcó a toda una generación acostumbrada a pajearse con la visión de un tobillo.

En resumen: esta película es un espanto, pero la explosiva Maria Schneider sale desnuda todo el rato, y quizá os divirtáis viendo a Marlon Brando haciendo el ridículo de principio a fin. Vosotros sabréis.