miércoles, 11 de mayo de 2016

Conan no puede parar, pero sí que quiere

Los "late nights" norteamericanos me fascinan inexplicablemente. Hace algo más de veinte años tuve mi primera exposición a este formato viendo el "Tonight Show" de Jay Leno en el antiguo Superchannel que nos llegaba por la parabólica, y no me explicaba por qué ese sosísimo señor recibía cada día a importantísimas estrellas de Hollywood para tener unas brevísimas charlas absolutamente intrascendentes. ¿Estaban emitiendo una versión abreviada del programa, o qué?

Hoy ya con ojos de adulto, sigo fascinado con el tema y voy siguiendo con cierta distancia pero bastante interés la evolución de este mundillo. Especialmente fascinante fue el hundimiento del programa de Conan O'Brien (el sucesor de Jay Leno al frente del Tonight Show) debido a una mala estrategia del canal NBC, que sustituyó las series y programas de producción propia que precedían al programa con otra dosis de... Jay Leno, supuestamente retirado. La audiencia no pudo soportar esta sobredosis, el tenderete se vino abajo a los pocos meses, y el canal pagó una elevada suma por romper el contrato y mandar a Conan a su casa para que Leno continuase con su versión del programa como si no hubiera pasado nada.

Lo que ocurrió a continuación se nos muestra en la película "Conan O'Brien can't stop". Dicho título parece insinuarnos que Conan es un "culo inquieto" que necesita mantenerse en activo, pero nada más lejos de la realidad. Lo que vemos es a un Conan agotado que sigue adelante a disgusto llevando a cabo una gira musical para mantener viva la marca "Conan" en un periodo en el que tenía prohibido contractualmente aparecer en televisión o en internet.



Esta estrategia también le permitía vivir su fantasía frustrada de ser una "estrella del rock" tocando la guitarra eléctrica al frente de una banda de primera. Pero tampoco nos engañemos: la gente iba a ver a Conan, su presentador favorito de la tele, no a escuchar sus canciones. Al ver esta película comprendí por fin la clave del formato que me había escapado durante todos estos años: un presentador de "late night" vende simpatía, "likeability", y la gente enciende el televisor para encontrarse a un tipo que le cae bien mostrando su encanto y su ingenio en triviales charlas con los famosos. Por ello, los momentos más interesantes del documental no son los que se producen en el escenario (el contraste con un rockero de verdad cuando Eddie Vedder participa en una actuación es notorio), sino la interacción de Conan con la gente antes y después de los conciertos.

La película muestra cómo Conan va ensamblando las primeras piezas del montaje con su equipo habitual, empezando la casa por el tejado como quien dice, pues primero vende las entradas de los conciertos (con un éxito arrollador) y luego comienza a ultimar los detalles de lo que va a ofrecer. En ningún momento trata de fingir que crea el producto antes de empezar a venderlo. Ese es uno de los puntos fuertes del documental, al no ocultar ni siquiera los aspectos más incómodos de la forma de proceder de Conan y su equipo, incluido el trato abusivo que les dispensa en momentos concretos (imponer a los participantes en una reunión que se pongan un plátano en la oreja antes de poder intervenir, golpear a sus empleados "cariñosamente", etc.). Pero quizá el momento más brutal es cuando se pone a hacer chistes de dudoso gusto sobre el aspecto de paleto de su "amigo" Jack McBrayer (el ujier de "30 Rock"):



Conan O'Brien no puede parar, pero durante todo el metraje es evidente que, si por él fuera, se iría a casa inmediatamente. Al terminar el primer concierto no vemos a un Conan exultante por el "subidón" de la actuación, sino que aparece prácticamente catatónico y pensando fríamente en cómo mejorar el espectáculo para la siguiente fecha. Esta presión se va acentuando, y al final lo único que hace es quejarse y echar pestes sobre el tiempo que pierde atendiendo a la gente, tarea que acomete con resignación y la máxima profesionalidad. Es evidente que su mayor deseo es irse a casa y estar con su familia, pero dicho momento no llega a presentársenos, pues el montaje de la película encadena con el comienzo de su nuevo programa de televisión, una versión con menor presupuesto de su Tonight Show. Tras desengañarse del sueño de ser una estrella del rock, el presentador de talk shows vuelve a su verdadera profesión. Conan no pudo parar, y así no tuvo que enfrentarse al hecho de que quizá no esté hecho para otra cosa.