sábado, 26 de noviembre de 2016

The World Ends With You. Sí, el mundo acaba contigo.

El título os habrá engañado. No voy a hablar de ese juego, cuyos méritos no dudo, pero que confieso que abandoné a la media hora (estaba probando un montón de juegos de DS distintos y no podía detenerme con uno que prometía muchas horas de "roleo"). Me refiero a otra cosa distinta y que sí os importa, nos importa a todos.

Hay varias realidades a las que hay que enfrentarse. Que los fachas son unos hijos de puta que nos engañan a todos miserablemente, y que nos dejamos engañar ante todas las llamativas evidencias de que mienten porque tenemos el instinto de una especie gregaria. Que estamos en un mundo en el que, objetivamente, nunca se había podido vivir mejor, pero que sin embargo estamos enfilando una rampa por la que vamos a caer a toda velocidad. Que nunca nuestra explotación del planeta había sido tan intensa y que estamos al borde de destruirlo, ante lo que no estamos haciendo nada útil. Es más, estamos eligiendo a líderes que acelerarán esa caída cuesta abajo. El mundo se va a la mierda y todos lo sabemos, igual que sabemos que moriremos y tenemos que ignorarlo para seguir funcionando.

Yo tengo una teoría sobre esta absoluta indiferencia por el cataclismo que nos espera a la vuelta de la esquina. Durante años me preguntaba: ¿por qué los fachas prefieren ganar un montón de dinero que ya ni siquiera van a necesitar después de todo lo que han robado, antes que dejar un mundo mejor para sus hijos? ¿Es que no les importa?

La respuesta es que en efecto, no les importa. Pero no es (sólo) porque sean unos hijos de puta. La respuesta es que no te vas a esforzar en frenar el fin del mundo cuando sabes que el fin del mundo es inevitable. Ese fin del mundo es tu muerte.

No pensamos como especie. No somos una mente colmena. La mayoría de nosotros no somos Carl Sagan ni Arthur C. Clarke ni Asimov y no pensamos en que si el ser humano no se larga ya a las estrellas, la raza humana desaparecerá rápidamente cuando rompamos definitivamente el equilibrio medioambiental del planeta. No: pensamos en que tenemos unos 70 años para tratar de conseguir un dinero y vivir bien, cada uno a su modo, y todo lo demás nos la pela. El fin del mundo va a venir igualmente, porque ahora sabemos demasiado y ninguno creemos en dios, es una ficción insostenible en el mundo en el que habitamos. No hay un bis a la función, es un fundido en negro y se acabó. Así que la respuesta mayoritaria ante una realidad tan innegable es la que es: los ricos pierden ya todo escrúpulo y simulacro de decencia sabiendo que jamás tendrán que rendir cuentas a nadie, la juventud se droga, se tatúa y llena internet de sus fotos en pelotas sabiendo que no hay una Autoridad Suprema que les vaya a llamar jamás al orden, que nunca tendrán un "trabajo formal" ni una jubilación como la de sus padres o abuelos, y que hay que vivir la vida como se vivía cuando la esperanza de vida era de 30 años.

La capacidad de destrucción ha crecido en progresión geométrica y ya no hay un contrapoder, ideológico o efectivo, que pueda oponerse a ella. Si no aparece un gran líder de masas que sacuda el orden mundial, un auténtico Jesucristo, o Alejandro Magno, o QUÉ SË YO, alguien del calibre arrasador de un  Hitler pero del lado del bien, lo único que nos queda es sentarnos a esperar tranquilamente el fin del mundo. El nuestro personal y el de nuestra especie.